martes, 22 de septiembre de 2015

Ataques a la Catedral de San Martín .

Desaparición forzada de personas

Que los extremos se tocan no sólo es una ley culturalmente difundida, sino que es un hecho fácilmente constatable en la realidad social. Y esto se comprueba una vez más en las agresiones que sufre hoy el pensamiento cristiano y la Iglesia Católica en particular.
Sin duda el papa Francisco representa una revolución a lo interno de la Iglesia, pero también –y fundamentalmente- en la geopolítica mundial. Francisco no sólo es un “periférico”, sino que es la expresión de la periférica en el centro del mundo. Por primera vez en la historia de la humanidad un habitante del hemisferio sur y particularmente un latinoamericano, se encuentra entre los hombres con mayor capacidad de influencia del planeta, siendo además el más creíble de todos los dirigentes mundiales.
Francisco pone a los pobres y a las periferias en el centro de la escena y condena al sistema imperante a nivel planetario, que genera hambre, pobreza y guerras, a causa de la locura y avaricia de unos pocos  y que además está destruyendo al planeta, es decir a los hombres y a su entorno. Eso molesta considerablemente a los poderosos y así vemos que los dirigentes de la extrema derecha norteamericana y europea están desarrollando una crítica sistemática al pontífice, comenzando por Donald Trump y continuando por los resucitados grupos políticos neonazis europeos.
En nuestro país, como no podía ser de otra manera, los empleados de las grandes corporaciones financieras, ligados a la usura y al narcotráfico, repiten a coro los ataques a Francisco. José L. Espert, expositor del pensamiento ultraliberal “de derecha”, se esmera para ser el más grosero.
Pero siguiendo la línea histórica de la “ultra izquierda”, sus representantes continúan trabajando para quienes les pagan.  En épocas de la denominada “guerra fría”, la central de inteligencia norteamericana (CIA), prestó especial atención en impulsar a sectores trotskistas y otros grupitos ultraizquierdas, para que se enfrentaran con los Partidos Comunistas que dependían de la URSS. Para esta operación dos “fundaciones” fueron el principal vehículo para dotar de fondos (y de “doctrina”) a estos  pequeños núcleos: la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford. Hay cientos de publicaciones que demuestran la estrecha vinculación de estas pantallas de la CIA con los grupos trotskistas y afines en toda América Latina. Con las modernidades de “la globalización” aparecieron las ONGs más esotéricas (La Asociación de Lesbianas de Burquina Faso es una de ellas) mediante las cuales la CIA sigue “dando letra” y recursos a “grupos progresistas” para enfrentarse siempre con los movimientos populares latinoamericanos. En nuestro país desde 1930 en adelante, “la izquierda” invariablemente estuvo en contra de los movimientos populares y los “ultras” se lucieron siempre en el campo antipopular.
Desde hace bastante tiempo estas “fundaciones”, vienen promoviendo desde la esterilización masiva de las mujeres de los países del tercer mundo, hasta las campañas abortistas más extremistas. No podemos olvidarnos que estas propuestas fueron públicamente formuladas por  Robert Mac Namara, quien luego de haber sido el ministro de guerra (“defensa” en la graciosa terminología del gobierno yankee) durante los bombardeos más criminales sobre el pueblo vietnamita (inclusive con sustancias prohibidas como el napalm), recibió como premio a su tarea el nombramiento como presidente del Banco Mundial, (paradigma de la usura si lo hay), organismo desde donde impulsó las campañas abortivas voluntarias e involuntarias (son centenares las denuncias comprobadas de esterilizaciones y abortos masivos realizados por las “misiones humanitarias norteamericanas” en distintos lugares del continente sin saber las victimas las acciones que se cometía con ellas.
En la Argentina y en el mundo se encuentran ampliamente difundidos los mecanismos de anticoncepción por lo que en este caso no estamos planteando una cuestión religiosa o moral. Una discusión es la anticoncepción por métodos no abortivos y otra las campañas pro abortos. El aborto es un asesinato de un ser vivo, es decir es una “sustracción forzada de persona”.
En nuestro país hemos sufrido una de las más feroces dictaduras oligárquicas de toda la historia, donde se utilizó la desaparición y sustracción forzada de personas, es  decir su asesinato como forma de reprimir al pueblo argentino. No compartimos los asesinatos, ni en masa, ni selectivos. Estamos en contra de los asesinatos, los de la dictadura oligárquica, como los de los abortos. Estamos en contra de todo asesinato.
De todas maneras estamos dispuestos a discutir civilizadamente con quienes proponen este tipo de prácticas, como con quienes proponen la pena de muerte y la baja de la imputabilidad a edades ridículas u otras políticas similares, pero no podemos aceptar que se agredan Iglesias, hospitales o comisarias como las ejecutadas por un minúsculo grupo abortista encabezado por dirigentes trotskistas, con la Catedral de San Martin, lo que incluyó el Hospital Thompson, la Comisaría de la Mujer, y la Universidad, hechos que no casualmente fueron escondidos por los medios de comunicación masivos ligados a los grandes grupos económicos.
Los argentinos sufrimos mucha violencia impulsada por la CIA y por los inspiradores de los golpes como el que encabezó Martinez de Hoz con el apoyo del sistema financiero internacional en general y norteamericano en particular (es decir por la usura y los fondos buitres).
Nuestro pueblo quiere vivir en paz junto a todos los pueblos del continente, reconstruyendo nuestra unidad y decidiendo sin violencias ni imposiciones foráneas, una vez más podemos decir, ni yankees ni marxistas, sino argentinos y latinoamericanos que queremos vivir en paz y unidad, con justicia social y en libertad sin imposiciones foráneas.
Lic. Jorge Benedetti
                                                            Sociólogo


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