PARIS YA NO
ES UNA FIESTA
Los sangrientos atentados producidos
en Francia constituyen un hecho absolutamente condenable, por la pérdida del
valor de toda vida humana, por el irracional avance de la violencia sobre
víctimas inocentes y por el riesgo de la paz en el mundo.
Pareciera que una crueldad sin
límites nos sumerge en un torrente de sangre y locura totalmente repudiable sin
ningún tipo de atenuantes.
Pero
de poco sirven las condenas declamatorias si no pensamos en cómo
encontrar las raíces de tanto mal y así poder intentar construir un mundo mejor,
que pueda ser habitado en paz y con justicia, por todos los hombres de la
tierra.
Exportar la guerra y la pobreza
Los medios hablan de “un escenario
digno del apocalipsis” y confirman que Francia –como ahora- no había declarado
el “Plan Blanco” (nivel más alto de emergencia sanitaria) desde el término de
la segunda guerra mundial.
En efecto, las potencias europeas y
del norte de América, después de ese sanguinario conflicto, habían decidido que
no habría más guerras en esa parte del mundo, exportándola – junto con los
pobres y la pobreza– hacia América, África, Asia y Oceanía.
De esta manera, terminado el conflicto,
los pobres europeos fueron expulsados –fundamentalmente hacia América del Sud–
y al mismo tiempo, las guerras se trasladaron al tercer mundo. Así cientos de
conflictos enlutaron a las periferias del planeta, muchas veces sin conmover al
conjunto de la humanidad. Está presenció –casi sin inmutarse- las guerras de
Argelia, Corea, Vietnam, Laos, Camboya, Congo, Hutus contra Tutsis, sudaneses
del sur contra los del norte, Medio Oriente, Angola, Etiopía, Mozambique,
Uganda, etc., etc., etc.
Así para la región denominada “del
centro del mundo”, la guerra primero se desarrolló lejos y luego simplemente se
hizo mediante la robótica, los misiles y los drones, todos operados a larga
distancia, mientras su población veía las acciones bélicas por televisión.
Los ataques contra la humanidad
Frente a los criminales atentados parisinos el presidente de los EE.UU.
manifestó que esto era “un ataque contra la
humanidad”, lo cual sin duda es cierto, como lo fue la invasión y ataque con
la mayor tecnología destructiva del mundo- a Irak, proceso que ha provocado largamente
más de 1.000.000 de víctimas fatales
y varios millones de heridos y desplazados, acompañado con la desaparición del
Estado nacional iraquí y el surgimiento de múltiples grupos armados sectarios, familiarizados
con la muerte y totalmente desquiciados desde el punto de vista de la convivencia
como la entendemos nosotros y quizá como la entendía el pueblo iraquí antes de
la invasión, realizada bajo el falso pretexto de que esa nación poseía las
mismas armas de destrucción masiva que los EE.UU. y otras potencias
occidentales. [1]
- a) La llaga ardiente de la cuestión palestina.
- b)
Las llagas provocadas por las intervenciones directas e indirectas de fuerzas
de las potencias de occidente en todo el tercer mundo, de las que Francia ha
participado (y participa) activamente (en Siria en particular).
- c)
Las llagas de la miseria y la
exclusión de los hijos de inmigrantes y demás excluidos en cada uno de los
países “centrales”.
- d) La llaga del vaciamiento y robo de las riquezas de los países del tercer
mundo, impidiendo que los hombres de todos los pueblos puedan desarrollarse
donde nacieron.
- s decir, para garantizar la paz, hay
que ganar la guerra contra la pobreza, la exclusión, la intervención en los países
del tercer mundo. Después de esto la solución a la locura del Estado Islámico
podrá ser militar, política o cultural, lo deseable es lo que menos cueste a la
vida de los hombres del planeta.
También son un ataque contra la
humanidad los atentados realizados por el Estado Islámico, poco más de 24 horas
antes, en el Líbano, donde murieron 43 personas y cuya difusión pasó desapercibida
para los medios de prensa, como si las vidas libanesas tuvieran un valor
distinto del de las francesas.
Ya el Medio Oriente tenía una llaga
ardiente que generaba muerte, injusticia, desesperación y locura: el drama palestino, ahora se le
agregaba otra de gran magnitud y -como si esto no fuera poco- los EE.UU.
procedieron a armar a gran parte de estos desesperados para derrocar al
gobierno sirio.
Casi sin poder explicarnos cómo,
estas fuerzas, armadas por EE.UU., pasaron a considerar a los occidentales como
un enemigo satánico y un militante
desconocido, Abu al-Baghdadi, salió de las cárceles del ejército de ocupación para
convertirse en el califa del Estado Islámico.
Pero además vale la pena primero preguntarnos
por qué Francia y después, por qué tanta locura que lleva desde el asesinato
masivo hasta la inmolación.
Comencemos por la primera cuestión.
Francia sostuvo su presencia colonial en África a sangre y fuego y -en especial
en Argelia- instaló la tortura como método sistemático de amedrentamiento del
pueblo y liquidación del Frente de Liberación Nacional argelino, organización
de la resistencia anticolonial.
Esto trajo como consecuencia un odio
del pueblo árabe en general y argelino en particular, por el inhumano
tratamiento a los combatientes por la independencia concretado por los comandos
franceses.[2]
El otro efecto fue maravillosamente
descripto por el primer Ministro de Cultura de la Revolución Argelia, Frantz
Fanon, quien consideró el imán que significaba para el colonizado llegar a la
metrópoli.[3]
Por esta causa miles de argelinos
durante las guerras de liberación y luego por la devastación de su país,
optaron por llegar a Paris, la ciudad luz, la metrópoli de las
metrópolis.
Pero su vida allí y las de sus hijos
no fue nada fácil. Condenados a vivir en guetos en las peores condiciones, los
hijos de los inmigrantes formaron un núcleo de desclasados y marginados (descartables
diría el papa Francisco) y se convirtieron en grupos reactivos, los que cada
tanto explotaban quemando masivamente automóviles o atacando algunas
instituciones oficiales, como producto de la opresión y exclusión en que
vivían.
Desgraciadamente este fenómeno se
repitió (y se repite) en otras metrópolis europeas, convirtiéndose en un excelente ámbito donde
reclutar combatientes antioccidentales entre aquellos, para quienes su vida no
ha tenido ningún valor para la sociedad que los rodeaba.
Una columnista del diario La Nación,
luego de manifestar en su artículo que había elegido instalarse hace 25 años
(1990) en París, para “economizarnos la
anomia y el desorden que nos impedían concentrarnos en lo que pensábamos era
realmente importante”, lamentaba haberse jactado de que sus hijos estaban
seguros, para concluir afirmando que había llegado una nueva era: “Paris, mi querido Paris, dejó de ser una fiesta”,
afirma. [4]
Con independencia de cualquier
consideración sobre sus quereres, lo cierto es que la globalización impuesta por
los poderosos de la tierra, casualmente desde las afueras de Paris[5],
se había completado. De la misma manera que pocos se dieron cuenta en 1989 que
el muro de Berlín se había caído para los dos lados, tampoco percibieron que la
globalización, pensada para que los capitales, modas arbitrariamente impuestas
y turistas, se movieran desde el centro a la periferia, también iba a permitir
que desde ésta se llegara “al centro”.
Alcanzar la paz
Es necesario terminar con el terrorismo
y la violencia, pero la solución no es sólo militar, hace falta
IMPRESCINDIBLEMENTE, cerrar varias llagas:
El papa Francisco nos llama a luchar
contra la exclusión, a privilegiar a los pobres, a incluir a los descartables
de la periferia, a cuidar la casa común, a construir la paz. Su palabra es
rectora y puede ayudarnos en este duro momento de la vida de la humanidad.
Quiera la Providencia que sepamos
escucharlo.
Jorge A. Benedetti
[1] El mismo proceso de desaparición del Estado estuvo (o está) a punto de
concretarse en Siria.
[2] Es de
destacar que éstos comandos, luego de la retirada francesa de Argelia y del fallido
atentado contra el presidente francés, Gral. De Gaulle (a quien acusaban de
traición por haber reconocido la independencia de esa nación), se exiliaron en
tres lugares: Vietnam – sirviendo a las fuerzas de ocupación francesas y
norteamericanas sucesivamente; en Panamá, al servicio de las Escuela para las
Américas (institución radicada en la base norteamericana de la Zona del Canal,
donde se “formaba” a los oficiales de los ejércitos de Sudamérica para la lucha
contra la subversión y a la Argentina al servicio de la dictadura de Juan
Carlos Ongania y luego de sus sucesores.
[3] Frantz Fanon es autor entre otras obras de “Los condenados de la
tierra”.
[4] Débora Sara Fajnwaks, diario La Nación, 14/11/15
[5] Es en la localidad de Rambuille, en las afueras de París, donde en
1975 los grupos económicos concentrados más importantes del mundo deciden
iniciar el proceso denominado como “la globalización”.
[1] El mismo proceso de desaparición del Estado estuvo (o está) a punto de
concretarse en Siria.
[2] Es de
destacar que éstos comandos, luego de la retirada francesa de Argelia y del fallido
atentado contra el presidente francés, Gral. De Gaulle (a quien acusaban de
traición por haber reconocido la independencia de esa nación), se exiliaron en
tres lugares: Vietnam – sirviendo a las fuerzas de ocupación francesas y
norteamericanas sucesivamente; en Panamá, al servicio de las Escuela para las
Américas (institución radicada en la base norteamericana de la Zona del Canal,
donde se “formaba” a los oficiales de los ejércitos de Sudamérica para la lucha
contra la subversión y a la Argentina al servicio de la dictadura de Juan
Carlos Ongania y luego de sus sucesores.
[3] Frantz Fanon es autor entre otras obras de “Los condenados de la
tierra”.
[4] Débora Sara Fajnwaks, diario La Nación, 14/11/15
[5] Es en la localidad de Rambuille, en las afueras de París, donde en
1975 los grupos económicos concentrados más importantes del mundo deciden
iniciar el proceso denominado como “la globalización”.
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