martes, 17 de noviembre de 2015

PARIS YA NO ES UNA FIESTA

PARIS YA NO ES UNA FIESTA

Los sangrientos atentados producidos en Francia constituyen un hecho absolutamente condenable, por la pérdida del valor de toda vida humana, por el irracional avance de la violencia sobre víctimas inocentes y por el riesgo de la paz en el mundo.
Pareciera que una crueldad sin límites nos sumerge en un torrente de sangre y locura totalmente repudiable sin ningún tipo de atenuantes.
Pero  de poco sirven las condenas declamatorias si no pensamos en cómo encontrar las raíces de tanto mal y así poder intentar construir un mundo mejor, que pueda ser habitado en paz y con justicia, por todos los hombres de la tierra.

Exportar la guerra y la pobreza
Los medios hablan de “un escenario digno del apocalipsis” y confirman que Francia –como ahora- no había declarado el “Plan Blanco” (nivel más alto de emergencia sanitaria) desde el término de la  segunda guerra mundial.
En efecto, las potencias europeas y del norte de América, después de ese sanguinario conflicto, habían decidido que no habría más guerras en esa parte del mundo, exportándola – junto con los pobres y la pobreza– hacia América, África, Asia y Oceanía.
De esta manera, terminado el conflicto, los pobres europeos fueron expulsados –fundamentalmente hacia América del Sud– y al mismo tiempo, las guerras se trasladaron al tercer mundo. Así cientos de conflictos enlutaron a las periferias del planeta, muchas veces sin conmover al conjunto de la humanidad. Está presenció –casi sin inmutarse- las guerras de Argelia, Corea, Vietnam, Laos, Camboya, Congo, Hutus contra Tutsis, sudaneses del sur contra los del norte, Medio Oriente, Angola, Etiopía, Mozambique, Uganda,  etc., etc., etc.
Así para la región denominada “del centro del mundo”, la guerra primero se desarrolló lejos y luego simplemente se hizo mediante la robótica, los misiles y los drones, todos operados a larga distancia, mientras su población veía las acciones bélicas por televisión.

Los ataques contra la humanidad
Frente a los criminales atentados parisinos el presidente de los EE.UU. manifestó que esto era “un ataque contra la humanidad”, lo cual sin duda es cierto, como lo fue la invasión y ataque con la mayor tecnología destructiva del mundo- a Irak, proceso que ha provocado largamente más de 1.000.000 de víctimas fatales y varios millones de heridos y desplazados, acompañado con la desaparición del Estado nacional iraquí y el surgimiento de múltiples grupos armados sectarios, familiarizados con la muerte y totalmente desquiciados desde el punto de vista de la convivencia como la entendemos nosotros y quizá como la entendía el pueblo iraquí antes de la invasión, realizada bajo el falso pretexto de que esa nación poseía las mismas armas de destrucción masiva que los EE.UU. y otras potencias occidentales. [1]

  • a)      La llaga ardiente de la cuestión palestina.
  • b)      Las llagas provocadas por las intervenciones directas e indirectas de fuerzas de las potencias de occidente en todo el tercer mundo, de las que Francia ha participado (y participa) activamente (en Siria en particular).
  • c)       Las llagas de la miseria y la exclusión de los hijos de inmigrantes y demás excluidos en cada uno de los países “centrales”.
  • d)      La llaga del vaciamiento y robo de las riquezas de los países del tercer mundo, impidiendo que los hombres de todos los pueblos puedan desarrollarse donde nacieron.
  • s decir, para garantizar la paz, hay que ganar la guerra contra la pobreza, la exclusión, la intervención en los países del tercer mundo. Después de esto la solución a la locura del Estado Islámico podrá ser militar, política o cultural, lo deseable es lo que menos cueste a la vida de los hombres del planeta.



También son un ataque contra la humanidad los atentados realizados por el Estado Islámico, poco más de 24 horas antes, en el Líbano, donde murieron 43 personas y cuya difusión pasó desapercibida para los medios de prensa, como si las vidas libanesas tuvieran un valor distinto del de las francesas.



Ya el Medio Oriente tenía una llaga ardiente que generaba muerte, injusticia, desesperación y locura: el drama palestino, ahora se le agregaba otra de gran magnitud y -como si esto no fuera poco- los EE.UU. procedieron a armar a gran parte de estos desesperados para derrocar al gobierno sirio.
Casi sin poder explicarnos cómo, estas fuerzas, armadas por EE.UU., pasaron a considerar a los occidentales como un enemigo satánico y un militante desconocido, Abu al-Baghdadi, salió de las cárceles del ejército de ocupación para convertirse en el califa del Estado Islámico. 
Pero además vale la pena primero preguntarnos por qué Francia y después, por qué tanta locura que lleva desde el asesinato masivo hasta la inmolación.
Comencemos por la primera cuestión. Francia sostuvo su presencia colonial en África a sangre y fuego y -en especial en Argelia- instaló la tortura como método sistemático de amedrentamiento del pueblo y liquidación del Frente de Liberación Nacional argelino, organización de la resistencia anticolonial.
Esto trajo como consecuencia un odio del pueblo árabe en general y argelino en particular, por el inhumano tratamiento a los combatientes por la independencia concretado por los comandos franceses.[2]
El otro efecto fue maravillosamente descripto por el primer Ministro de Cultura de la Revolución Argelia, Frantz Fanon, quien consideró el imán que significaba para el colonizado llegar a la metrópoli.[3]
Por esta causa miles de argelinos durante las guerras de liberación y luego por la devastación de su país, optaron por llegar a Paris, la ciudad luz, la metrópoli de las metrópolis.
Pero su vida allí y las de sus hijos no fue nada fácil. Condenados a vivir en guetos en las peores condiciones, los hijos de los inmigrantes formaron un núcleo de desclasados y marginados (descartables diría el papa Francisco) y se convirtieron en grupos reactivos, los que cada tanto explotaban quemando masivamente automóviles o atacando algunas instituciones oficiales, como producto de la opresión y exclusión en que vivían.
Desgraciadamente este fenómeno se repitió (y se repite) en otras metrópolis europeas,  convirtiéndose en un excelente ámbito donde reclutar combatientes antioccidentales entre aquellos, para quienes su vida no ha tenido ningún valor para la sociedad que los rodeaba.  
Una columnista del diario La Nación, luego de manifestar en su artículo que había elegido instalarse hace 25 años (1990) en París, para “economizarnos la anomia y el desorden que nos impedían concentrarnos en lo que pensábamos era realmente importante”, lamentaba haberse jactado de que sus hijos estaban seguros, para concluir afirmando que había llegado una nueva era: “Paris, mi querido Paris, dejó de ser una fiesta”, afirma. [4]
Con independencia de cualquier consideración sobre sus quereres, lo cierto es que la globalización impuesta por los poderosos de la tierra, casualmente desde las afueras de Paris[5], se había completado. De la misma manera que pocos se dieron cuenta en 1989 que el muro de Berlín se había caído para los dos lados, tampoco percibieron que la globalización, pensada para que los capitales, modas arbitrariamente impuestas y turistas, se movieran desde el centro a la periferia, también iba a permitir que desde ésta se llegara “al centro”.
Alcanzar la paz
Es necesario terminar con el terrorismo y la violencia, pero la solución no es sólo militar, hace falta IMPRESCINDIBLEMENTE, cerrar varias llagas:
El papa Francisco nos llama a luchar contra la exclusión, a privilegiar a los pobres, a incluir a los descartables de la periferia, a cuidar la casa común, a construir la paz. Su palabra es rectora y puede ayudarnos en este duro momento de la vida de la humanidad.
Quiera la Providencia que sepamos escucharlo.

Jorge A. Benedetti
     


[1] El mismo proceso de desaparición del Estado estuvo (o está) a punto de concretarse en Siria.
[2] Es de destacar que éstos comandos, luego de la retirada francesa de Argelia y del fallido atentado contra el presidente francés, Gral. De Gaulle (a quien acusaban de traición por haber reconocido la independencia de esa nación), se exiliaron en tres lugares: Vietnam – sirviendo a las fuerzas de ocupación francesas y norteamericanas sucesivamente; en Panamá, al servicio de las Escuela para las Américas (institución radicada en la base norteamericana de la Zona del Canal, donde se “formaba” a los oficiales de los ejércitos de Sudamérica para la lucha contra la subversión y a la Argentina al servicio de la dictadura de Juan Carlos Ongania y luego de sus sucesores.
[3] Frantz Fanon es autor entre otras obras de “Los condenados de la tierra”.
[4] Débora Sara Fajnwaks, diario La Nación, 14/11/15
[5] Es en la localidad de Rambuille, en las afueras de París, donde en 1975 los grupos económicos concentrados más importantes del mundo deciden iniciar el proceso denominado como “la globalización”.

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