Discurso del Papa a las
autoridades civiles en la Catedral de La Paz
LA PAZ, 08 Jul. 15 / 08:36 pm
Señor Presidente, Excelencias, Hermanas
y hermanas:
Me alegro de este encuentro con
ustedes, autoridades políticas y civiles de Bolivia, miembros del Cuerpo
diplomático y personas relevantes del mundo de la cultura y del voluntariado.
Agradezco a Mons. Edmundo Abastoflor, Arzobispo de esta Iglesia de la Paz, su
amable bienvenida. Les ruego que me permitan cooperar, alentando con algunas
palabras, la tarea que cada uno de ustedes ya realiza. Y les agradezco la
cooperación que ustedes con su testimonio de calurosa acogida me dan a mi para
que yo pueda seguir adelante. Muchas gracias.
Cada uno a su manera, todos los
aquí presentes compartimos la vocación de trabajar por el bien común. Ya hace
50 años, el Concilio Vaticano II definía el bien común como «el conjunto de
condiciones de la vida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de
sus miembros conseguir más plena y fácilmente de la propia perfección»; gracias
a ustedes por aspirar –desde su rol y misión– para que las personas y la
sociedad se desarrollen, alcancen su perfección.
Estoy seguro de sus búsquedas de
lo bello, lo verdadero, lo bueno en este afán por el bien común. Que este
esfuerzo ayude siempre a crecer en un mayor respeto a la persona humana en
cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo
integral, a la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto
orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia
distributiva. (cf. Laudato si’ 157). Que la riqueza se distribuya.
En el trayecto hacia la catedral
he podido admirarme de las cumbres del Hayna Potosí y del Illimani, de ese
«cerro joven» y de aquel que indica «el lugar por donde sale el sol». También
he visto cómo de manera artesanal muchas casas y barrios se confundían con las
laderas y me he maravillado de algunas obras, de su arquitectura. El ambiente
natural y el ambiente social, político y económico están íntimamente
relacionados.
Nos urge poner las bases de una
ecología integral, es problema de salud. Una ecología integral que incorpore
claramente todas las dimensiones humanas en la resolución de las graves
cuestiones socioambientales de nuestros días, sino los glaciares de esos mismos
montes seguirán retrocediendo y la lógica de la recepción, la conciencia del
mundo que queremos dejar a los que nos sucedan, su orientación general, su
sentido, sus valores también se derretirán como esos hielos (cf. Laudato si’
159-160). De esto hay que tomar conciencia. Ecología integral y me arriesgo,
supone ecología de la madre tierra, cuidar la madre tierra, Ecología humana, cuidarnos entre nosotros y
ecología social. Forzada la palabra.
Como todo está relacionado, nos
necesitamos unos a otros. Si la política se deja dominar por la especulación
financiera o la economía se rige únicamente por el paradigma tecnocrático y
utilitarista de la máxima producción, no podrán ni siquiera comprender, y menos
aún resolver, los grandes problemas que afectan a la humanidad.
Es necesaria también la cultura,
de la que forma parte no solo el desarrollo de la capacidad intelectual del ser
humano en las ciencias y de la capacidad de generar belleza en las artes, sino
también las tradiciones populares locales, eso también es cultura, con su
particular sensibilidad al medio de donde han surgido y al que dan sentido y
del medio del que han salido. Se requiere de igual forma una educación ética y
moral, que cultive actitudes de solidaridad y corresponsabilidad entre las
personas. Debemos reconocer el papel específico de las religiones en el
desarrollo de la cultura y los beneficios que puedan aportar a la sociedad.
Los cristianos, en particular,
como discípulos de la Buena Noticia, somos portadores de un mensaje de
salvación que tiene en sí mismo la capacidad de ennoblecer a las personas, de
inspirar grandes ideales capaces de impulsar líneas de acción que vayan más
allá del interés individual, posibilitando la capacidad de renuncia en favor de
los demás, la sobriedad y las demás virtudes que nos contienen y nos unen. Esas
virtudes que vuestra cultura tan sencillamente se expresan esos tres
mandamientos, “no mentir”, “no robar”, “no ser flojo”, pero debemos estar
alertas pues muy fácilmente nos habituamos al ambiente de inequidad que nos
rodea, que nos volvemos insensibles a sus manifestaciones. Y así confundimos
sin darnos cuenta el «bien común» con el «bien-estar», Y de ahí se va
resbalando de a poquito de a poquito y el ideal del bien común cómo que se va
perdiendo y termina en el bienestar sobre todo cuando somos nosotros los que
los disfrutamos y no los otros.
El bienestar que se refiere solo
a la abundancia material tiende a ser egoísta, tiende a defender los intereses
de parte, a no pensar en los demás, y a dejarse llevar por la tentación del
consumismo. Así entendido, el bienestar, en vez de ayudar, incuba posibles
conflictos y disgregación social; instalado como la perspectiva dominante,
genera el mal de la corrupción que cuánto desalienta y tanto mal hace. El bien
común, en cambio, es algo más que la suma de intereses individuales; es un
pasar de lo que «es mejor para mí» a lo que «es mejor para todos», e incluye
todo aquello que da cohesión a un pueblo: metas comunes, valores compartidos,
ideales que ayudan a levantar la mirada, más allá de los horizontes
particulares.
Los diferentes agentes sociales
tienen la responsabilidad de contribuir a la construcción de la unidad y el
desarrollo de la sociedad. La libertad siempre es el mejor ámbito para que los
pensadores, las asociaciones ciudadanas, los medios de comunicación desarrollen
su función, con pasión y creatividad, al servicio del bien común. También los
cristianos, llamados a ser fermento en el pueblo, aportan su propio mensaje a
la sociedad.
La luz del Evangelio de Cristo no
es propiedad de la Iglesia; ella es su servidora, la Iglesia debe servir al Evangelio
de Cristo para que llegue hasta los extremos del mundo. La fe es una luz que no
encandila, las ideologías encandilan, la fe no encandila, la fe es una luz que
no obnubila, sino que alumbra y guía con respeto la conciencia y la historia de
cada persona y de cada convivencia humana. Respeto. El cristianismo ha tenido
un papel importante en la formación de la identidad del pueblo boliviano.
La libertad religiosa –como es
acuñada habitualmente esa expresión en el fuero civil– es quien también nos
recuerda que la fe no puede reducirse al ámbito puramente subjetivo. No es una
subcultura. Será nuestro desafío alentar y favorecer que germinen la
espiritualidad y el compromiso de la fe, el compromiso cristiano en obras
sociales. En extender el bien común a través de las obras sociales.
Entre los diversos actores
sociales, quisiera destacar la familia, amenazada en todas partes por tantos
factores la violencia doméstica, el alcoholismo, el machismo, la drogadicción,
la falta de trabajo, la inseguridad ciudadana, el abandono de los ancianos, los
niños de la calle y recibiendo pseudo-soluciones desde perspectivas que no son
saludables a la familia sino que provienen claramente de colonizaciones
ideológicas. Son tantos los problemas sociales que resuelve la familia, que lo
resuelve en silencio, son tantos que no promover la familia es dejar
desamparados a los más desprotegidos.
Una nación que busca el bien
común no se puede cerrar en sí misma; las redes de relaciones afianzan a las
sociedades. El problema de la inmigración en nuestros días nos lo demuestra. El
desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los
conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de
los problemas, hoy es indispensable. Estoy pensando acá en el mar. Diálogo, es
indispensable. Construir puentes en vez de levantar muros. Construir puentes en
vez de levantar muros. Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen
soluciones compartidas, tienen soluciones razonables, equitativas y duraderas.
Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que
agravan más la situación y hacen más difícil su resolución.
Bolivia transita un momento
histórico: la política, el mundo de la cultura, las religiones son parte de
este hermoso desafío de la unidad. En esta tierra donde la explotación, la
avaricia y múltiples egoísmos y perspectivas sectarias han dado sombra a su
historia, hoy puede ser el tiempo de la integración. Y hay que caminar en ese
camino Hoy Bolivia puede «crear nuevas síntesis culturales».
¡Qué hermosos son los países que
superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de
esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos cuando están llenos
de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!
(cf. Evangelii gaudium 210). Bolivia, en la integración y en su búsqueda de la
unidad, está llamada a ser «esa multiforme armonía que atrae» (Evangelii
gaudium 117). Y que atrae en el camino de la consolidación de la Patria grande.
Muchas gracias por su atención.
Pido al Señor que Bolivia, «esta tierra inocente y hermosa» siga progresando
cada vez más para que sea esa «patria feliz donde el hombre vive el bien de la
dicha y la paz». Que la Virgen santa los cuide y el Señor los bendiga
abundantemente. Y por favor, por favor les pido, que no se olviden de rezar por
mí.https://www.aciprensa.com/noticias/texto-y-video-discurso-del-papa-a-las-autoridades-civiles-en-la-catedral-de-la-paz-78877/
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